Uno de
los
conceptos
más
esgrimidos
en el
mundo de
la salsa
de hoy
es el
concepto
de
estilo
que, de
tanto
manosearse,
ha
dejado
de ser
un
concepto
estético
de
cierto
kilataje
para
convertirse
en una
simple
muletilla
publicitaria.
El
estilo,
¡ay, el
estilo!,
incluso
el mal
estilo
es un
rasgo
vital y
personal
que,
para el
caso de
la
salsa,
tiene
tela, y
aquí la
voy a
cortar.
Vaya,
unas
notas
molestosas
que
sirvan
para
antes de
la
rumba,
para
después
de la
rumba, o
para
derrumbarte.
.
Para
tratar
de
entendernos,
empecemos
por el
principio,
por
esbozar
lo que
significa
el
sentimiento
salsero,
pues es
del
sentimiento
que
surge,
inevitablemente,
el
estilo.
Y no
sólo el
estilo
salsero
sino
cualquier
estilo
porque,
digámoslo
de una
vez, el
estilo
va con
la
persona
y se
ejerce
incluso
durmiendo.
No se
pueden
tener
veinte
estilos,
uno para
cada
ocasión.
Si se
tiene
carácter,
se tiene
un
estilo
único
que lo
impregna
todo. Es
inevitable.
Hecha
esta
salvedad,
déjame
que te
siga
vacilando,
a mi
estilo,
en el
terreno
movedizo
de la
salsa.
La
salsa
es, ante
y sobre
todo,
una
música
para
bailar,
para
darle
alegría
al
cuerpo y
al alma
y esto
es lo
fundamental,
todo lo
demás,
incluidas
estas
notas y
toda
esta
revista,
es
absolutamente
prescindible,
pero
entonces
no me
vengas
con el
cuento
de que
tú
tienes
sentimiento
salsero,
tú
simplemente
eres un
fiestero,
un
juerguista
o un
bailarín,
y estás
en tu
legítimo
derecho
de ser
eso y
nada
más,
pero no
me digas
que eres
un
salsero
con
caché
porque
ahí vas
a tener
que
pagar
otros
veinte
pesos,
mi
hermano.
Ahora
decide,
bajo tu
responsabilidad,
si
continúas
leyendo,
porque
vengo
tumbando
caña.
Tal y
como
está el
panorama
salsero,
lo más
probable
es que
empieces
bailando
con Marc
Anthony,
pero si
tienes
el oído
fino y
la
curiosidad
en
forma,
lo
lógico
será que
termines
adorando
a Ismael
Miranda,
si no es
así,
entonces
es que
algo no
camina
en tu
estilo,
pues
Marc
Anthony
es a la
salsa lo
que el
Chiquito
de la
Calzada
es a
Charles
Chaplin.
Y que me
perdone
el
Chiquito
por
compararlo
con el
baladista
latino.
Pero si
puedes
empezar
directamente
por
Ismael
Rivera,
¡mucho
mejor!
Nadie
necesita
en este
mundo
empezar
por los
culebrones
venezolanos
para
entender
“Lo que
el
viento
se
llevó” o
“El
último
tango en
París”
¡faltaría
más!
Bien,
supongamos
que
tiras
por el
buen
camino,
que no
es el
del
Vaticano,
sino el
de
Ismael
Miranda,
ahí ya
vas en
la línea
correcta
y en
tiempo
¡Felicidades!
Ahí ya
no
soportas
la
monguería
y
empiezas
a sentir
(¡sentimiento,
mi pana,
sentimiento!)
que lo
tuyo es
la salsa
recia,
la de
verbo
frontal
y ritmo
severo,
la que
te
embriaga
con su
lírica
caribeña
y
sensual,
la que
te tira
a la
pista de
baile
con esa
jodida y
pesada
cadencia,
la que
te
arrastra
a sus
brazos
como una
femme
fata,l
sin
poder
oponer
resistencia,
la que
se te
mete por
los
poros y
te
embriaga
como un
ron
añejo,
la que
te
induce a
comprar
discos,
o a
robarlos,
o a
piratearlos,
la que
te
incita a
viajar a
Cuba,
Puerto
Rico,
Colombia,
Venezuela,
Panamá,
Perú,
Nueva
York
(bueno,
de Nueva
York
puedes
pasar,
que ahí
ya no están
en ná!)
la que
te
obliga a
leer
algunos
libros
(por
ejemplo:
Salsa el
orgullo
del
barrio ¡ejem!),
la que
no
puedes
dejar de
bailar y
gozar,
la de
Quítate
tú pa’
ponerme
yo,
interpretada
por
todos
los
faniosos,
o la de
Apágame
el
fuego…
¡Andaaa!
Si has
llegado
a este
punto
(de la
salsa,
quiero
decir,
no del
artículo),
ya estás
perdido
para el
rock,
mulato,
ya eres
otra
víctima
propiciatoria
de lo
nuestro:
¡La
Salsa y
el
sentimiento
de la
ciudadanía
del
Caribe
urbano!
Y eso es
ser
salsero,
mi
socio,
un
sentimiento
que no
puedes
evitar
cuando
te metes
con el
alma y
el
cuerpo o
viceversa,
el orden
no
importa,
pues no
estamos
hablando
de sexo
sino de
amor, es
decir,
de
estilo.
Ahora
ya eres
salsero
y la
salsa es
la
fotosíntesis
de tus
días y
de tus
noches,
sabes
que el
barrio y
la
esquina
son la
musa
insustituible
de esta
música,
que el
lenguaje
callejero
y la
malicia
verbal
son
poesía y
magia a
la
medida
de tu
cuerpo,
que esa
gramática
rítmica
habla
como a
ti te
gustaría
hablar,
que esa
lírica
participa
de la
vida y
el mundo
tal y
como tu
sentimiento
lo
percibe,
que la
mami que
te tiene
lelo se
desmaya
de
gustito
cada vez
que
echas un
pie con
ella o
cuando
le dices
“ven
acá,
cosa
prieta,
que me
gusta tu
tumbao”,
que te
sigue y
se pega
a tu
cintura
como una
lapa
hambrienta
para que
tú le
des
sobredosis
de saoco
y de
dulzura,
y que a
pesar de
lo ancho
del
mundo,
sólo
existes
tú ¡y
ella!,
ella ¡y
tú!,
ahí, en
el
universo
salsero,
al
compás
de
Ismael
Miranda
o Héctor
Lavoe,
que
cantan
para ti
y para
ella
aquello
de “me
curo con
rumba,
bailando
me
arrebata
el
corazón”
o “la
María
tiene un
nombre
de
mujer,
donde
hay
mucho
que
perder
en un
beso que
ella
déééééé”
o… qué
tal un
Roberto
Angleró
cantándote
“¡dámelo
todito
en vida,
dámelo
todito
en
vida!”.
Ahí son
otros
veinte
pesitos
porque
te vas a
sentir
como un
jinete
desbocao
que
supera
todos
los
obstáculos
de la
prueba
hípica
más
exigente.
Y saltas
del
caballo
pero
sigues
con un
tumbao
que no
se
pue’aguantar,
mirando
de lao,
de
frente y
virao
porque
eres
víctima
voluntaria
del
sentimiento
caribe,
porque
has
confirmao
que la
salsa es
otra
vaina,
que no
sólo te
permite
bailar y
sudar,
sino que
te
explica
y
organiza
tu vida
porque
es tu
Biblia
rítmica,
que su
temperatura
es tu
temperamento
y
viceversa,
el orden
no
importa,
pues
ahora no
estamos
hablando
de
bailar
sino de
follar,
pero de
follar
como
corresponde
a un
bailador
con
estilo,
porque
“…cuando
llevas
mucho
bailando
llegas a
mirar a
la vida
y bailas
queriéndote
follar a
la vida.
Gira,
gira
hacia
allí,
coño… Y
te
balanceas
en el
aire con
bravura
bien
llevada
como si
los pies
fueran
buscando
las
huellas
que
dejaste
antes,
una y
otra
vez,
tan,
tan,
retan,
tan… y
cazas a
la vida
bailando
como si
la
atraparas
en una
red. Y
el gusto
es aún
mayor
que todo
el
sufrimiento
del
mundo.”
(El día
del
Watusi,
novela
del
catalán
Francisco
Casavella.
Mondadori,
2002)
¡Ahora
es
cuando
es,
mulato!
No te
sueltes
que
resbalas
y se te
daña el
peinao,
llévala
pal
rincón y
apriétala,
con
decisión,
con la
autoridad
de
ciudadano
legal
del
sentimiento
caribe,
un
concepto
que no
encontrarás
en
Google,
sino en
cierta
convicción
íntima
que
explota
con un
solo de
trombón
ronco,
ronco y
profundo
que te
galvaniza
pa los
restos.
Esto es
lo que
entiendo
por
sentimiento
salsero,
un
estado
permanente
de
embriaguez
con la
cadencia
del
tambor y
el
trombón,
sin
pasado
ni
futuro,
sino en
un
eterno y
ampliado
presente,
vital,
rabioso,
tierno y
orgulloso,
un
estado
armonioso
que
marca el
ritmo de
tus
asuntos
para
usufructuarlo
con tu
gente,
lo más
grande
de este
mundo, y
te
diferencia
de los
simples
bailarines,
y
también
de los
otros
salseros
con
sentimiento,
porque
cuando
llegas a
este
escalafón
de lo
nuestro,
lo que
se
impone
no es el
estilo
sino tu
estilo,
algo que
no te va
a
enseñar
ningún
profesor
de
baile,
ni
ninguna
escuelita
de
salsa,
ni nada,
ni
nadie.
No te
preocupes,
si en tu
vínculo
con la
salsa
está
implicada
tu alma,
te
saldrá
tu
estilo y
no se te
notará
en los
pies, ni
en las
caderas,
ni en
los
hombros,
ni en
las
manos.
El que
te diga
ésto te
está
engañando
porque
el
estilo,
el único
estilo
posible
y
respetable,
es el
personal
e
intransferible,
aquel
que sólo
tienes
tú y que
se te
nota en
¡la
mirada!.
Fuente:
Revista
Salseros
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