1. INTRODUCCIÓN
Ballet, forma de danza teatral que se desarrolló en la Italia
del renacimiento (1400-1600). La técnica del ballet consiste en
posiciones y movimientos estilizados que se han ido elaborando y
codificando a lo largo de los siglos dentro de un sistema bien
definido, aunque flexible, llamado ballet académico o danza de
escuela. La palabra ballet también se aplica a la agrupación de
artistas que lo representan. Cada composición suele estar,
aunque no inevitablemente, acompañada por la música, el decorado
y el vestuario. La danza de puntas suele ser considerada como
sinónimo de ballet, aunque también se puede prescindir de ella.
Debido a que los pasos fueron denominados y codificados por
primera vez en Francia, el francés es el lenguaje internacional
del ballet.
El cascanueces, de Chaikovski El cascanueces de Chaikovski es
uno de los ballets clásicos más célebres. La música refleja la
gran capacidad melódica del compositor así como su innovadora
orquestación llena de matices. Ésta es una representación a
cargo de la compañía de ballet de San Diego, California.Photo
Researchers, Inc./Jim Amos/Acto segundo: "Pas de deux" de
Tchaikovsky: The Nutcracker (Cat. # 8.550324-5) (p) 1990 Naxos
of America, Inc. Reservados todos los derechos.
Romeo y Julieta, de Prokófiev Serguéi Prokófiev compuso en 1936
la música para el ballet Romeo y Julieta, basado en la obra de
William Shakespeare. En 1938 fue estrenada por el ballet del
teatro Bolshói. Este fragmento pertenece a la danza de los
Capuleto y los Montesco en la que Julieta ve por primera vez a
Romeo."Romeo y Julieta: Suite para Ballet 2 nº 1" de Prokofiev:
Romeo and Juliet (Highlights) (Cat. # 8.550380) (p) 1990 Naxos
of America, Inc. Reservados todos los derechos.
2. TÉCNICA Y ESTILO
Vaslav Nijinski El bailarín y coreógrafo de ballet ruso Vaslav
Nijinski fue uno de los más grandes bailarines de todos los
tiempos. En la imagen se le puede ver en la obra El espectro de
la rosa.Corbis/UPI
La base de la técnica del ballet es la rotación externa de
piernas y pies: cada pierna gira hacia afuera desde la
articulación de la cadera de manera que los pies formen un
ángulo de 180° sobre el suelo. Esta posición girada no es
exclusiva del ballet; también se utiliza en la danza de otros
lugares, como ocurre en la Bharatanatya, la danza clásica de la
India. El ballet comprende cinco posiciones específicas y
numeradas de los pies, las cuales constituyen la base de casi
todos los pasos posibles. También existen las posiciones
correspondientes para los brazos, que generalmente se mantienen
con los codos suavemente curvados.
La técnica del ballet acentúa la verticalidad. Puesto que todos
los movimientos de los miembros del bailarín proceden del eje
vertical del cuerpo, todas las partes del mismo deben estar
correctamente centradas y alineadas para permitir la mayor
estabilidad y comodidad del movimiento. La verticalidad implica
resistencia a la gravedad, un concepto que es ampliamente
desarrollado en los pasos de elevación, como los saltos. El
ballet posee mucha variedad de pasos, incluyendo los que exigen
a los bailarines, mientras están en el aire, girar, batir las
piernas o los pies al mismo tiempo, o cambiar la posición de las
piernas. Tradicionalmente se ha considerado que los pasos de
elevación más exigentes eran competencia especial de los
bailarines masculinos, pero, en realidad, pueden ser ejecutados
por virtuosos de ambos sexos.
Posiciones de ballet básicas El ballet clásico se basa en cinco
posiciones de pies y con sus correspondientes posiciones de
brazos y manos, que no admiten ninguna variación.© Microsoft
Corporation. Reservados todos los derechos.
El empeño por eliminar la gravedad culminó con la invención de
la danza de la punta del pie, también llamada danza sobre las
puntas o trabajo de puntas. La danza de puntas se desarrolló en
los comienzos del siglo XIX, pero no llegó a ser ampliamente
utilizada por los bailarines hasta 1830, cuando la bailarina
italo-sueca Maria Taglioni demostró sus posibilidades de
expresión poética. El trabajo de puntas es patrimonio casi
exclusivo de las mujeres, aunque los hombres pueden emplearlo en
algunas ocasiones.
El término línea en ballet se refiere a la configuración del
cuerpo del bailarín, ya sea en movimiento o en reposo. Una buena
línea es en cierto modo producto del físico con que nace el
bailarín, pero, además, puede desarrollarse y mejorarse mediante
el entrenamiento. En el ballet, determinadas conexiones entre
los brazos, las piernas, la cabeza y el torso se consideran
particularmente armoniosas, mientras que otras no, a pesar de
que puedan ser perfectamente aceptables en otras formas de
danza. Se opta por amplios movimientos del conjunto de los
miembros en lugar de movimientos cortos y aislados de partes
individuales del cuerpo. A veces se habla del ballet en términos
de movimiento hacia arriba y hacia afuera; idealmente, podría
parecer que los miembros del bailarín se extienden hasta el
infinito.
3. PREPARACIÓN
Se han desarrollado diversos sistemas de preparación para el
ballet, que han recibido el nombre o del país (Rusia, Francia) o
de los profesores (el bailarín italiano Enrico Cecchetti, el
coreógrafo danés, de origen francés, August Bournonville) que
los han desarrollado. Sin embargo, estos sistemas difieren más
en el estilo y en el énfasis que en la enseñanza de los
verdaderos movimientos.
La mejor edad para comenzar el estudio del ballet es la de ocho
a diez años para las chicas; los chicos pueden empezar algo más
tarde. Los niños demasiado jóvenes pueden ver perjudicado su
desarrollo por las duras exigencias físicas de una clase de
ballet, y los demasiado mayores pierden poco a poco la
flexibilidad requerida para obtener un buen resultado. Las
chicas suelen comenzar el trabajo de puntas después de tres años
de estudios. Si la preparación comienza hacia los veinte años,
no se puede albergar razonablemente la esperanza de tener opción
a una carrera profesional.
Todos los bailarines, sin importar la experiencia o el nivel,
reciben clase diariamente para mantener su cuerpo fuerte y
flexible. La mayoría de las clases de ballet comienzan con
ejercicios en la barra, una barra horizontal redondeada que el
bailarín maneja como apoyo. Este tipo de ejercicios hacen entrar
en calor y estiran los músculos, trabajan los tendones para
flexibilizarlos y desentumecen las articulaciones. La segunda
parte de la clase se realiza sin el apoyo de la barra y se
denomina centro o práctica de centro. Esta parte suele comenzar
con ejercicios lentos y continuados que desarrollan en el
bailarín el sentido del equilibrio y la fluidez del movimiento.
Los ejercicios lentos van seguidos de movimientos rápidos,
comenzando con pequeños saltos y progresando hacia amplios pasos
de desplazamiento, giros y saltos.
A medida que el bailarín mejora su técnica, los ejercicios en la
barra se hacen más complicados, aunque siguen basándose en los
mismos movimientos que aprendió cuando comenzaba. Los pasos que
se ejecutan en el centro se hacen más rápidos o más lentos, más
amplios, más complejos y más exigentes físicamente. Muchas veces
los bailarines van a clase no tanto para aprender nuevos pasos,
sino para mantener sus niveles de ejecución.
Alguna de las posiciones que a menudo se ven incluyen el
arabesque, en el que el bailarín extiende una pierna hacia atrás
en línea recta, y el attitude, extensión de la pierna adelante o
atrás con una rodilla doblada. Los pasos de giros incluyen la
pirueta, giro sobre una pierna elevando la otra, y el fouetté,
en el que la pierna que está libre se desplaza bruscamente en
círculo con lo que adquiere el ímpetu para el giro. Entre los
pasos de elevación se encuentran el entrechat, en el que el
bailarín salta recto hacia arriba y bate en el aire las piernas,
y el jeté, salto de un pie sobre el otro. Todos estos pasos
admiten numerosas variantes.
Además de la clase básica, las mujeres suelen tomar clase de
puntas. Hombres y mujeres bailan juntos en las clases de paso a
dos o de pareja. Algunas escuelas de ballet también enseñan
mimo, con el que aprenden a realizar ademanes con las manos que
se utilizan para contar una historia. Estos ademanes se han
llegado a codificar (por ejemplo, una invitación a bailar se
indica mediante movimientos circulares de las manos sobre la
cabeza), aunque tienen menos realismo que los movimientos
mímicos popularizados por el artista francés Marcel Marceau.
4. MÚSICA Y ESPECTÁCULO
La coreografía de un ballet se puede hacer sobre una música
especialmente compuesta para ello o sobre una música ya
existente. Hasta el siglo XX, lo más común era utilizar músicas
expresamente compuestas para el ballet. En ocasiones el
coreógrafo y el compositor trabajaban en estrecha colaboración,
pero otras veces tenían poco o nulo contacto.
La utilización en la danza de música compuesta previamente se
fue haciendo más frecuente gracias en gran medida a la bailarina
estadounidense Isadora Duncan. Fue una de las pioneras del
ballet moderno y utilizó con frecuencia música de compositores
como Ludwig van Beethoven y Frédéric Chopin. La música que ya
existe se puede utilizar en su forma original o puede también
ser adaptada y arreglada por otro compositor según las
necesidades del coreógrafo.
El argumento de un ballet recibe el nombre de libreto o guión.
El contenido narrativo de un ballet puede ser escrito
especialmente para él o puede ser adaptado de un libro, un
poema, una pieza teatral o una ópera. Los modernos coreógrafos a
veces adoptan recursos de movimiento como la escena
retrospectiva, o emplean otras innovaciones tomadas de la
literatura, el drama o las películas. En contraste con los
ballets de argumento están los ballets que no lo tienen; éstos
son creaciones formales, interpretaciones musicales o simples
exaltaciones de la danza por la danza.
El decorado en el ballet se ve limitado por la necesidad de
respetar el espacio máximo para bailar. El centro del escenario
se mantiene casi siempre vacío. Muchos ballets utilizan sólo un
telón de fondo y piezas laterales o bastidores. Algunos ballets
modernos sustituyen el decorado con proyecciones de
diapositivas, películas e iluminación especial. Otros
simplemente confían en la expresividad de los efectos de luz que
permite la moderna iluminación escénica.
El vestuario de los primeros ballets se componía simplemente de
los ropajes elegantes de la época. El tutú, una falda acampanada
de tela traslúcida, fue popularizado por Maria Taglioni en el
ballet La sílfide (1832). Se fue haciendo más corto a lo largo
del siglo y se convirtió en el atuendo típico de la bailarina.
El vestuario de ballet se hizo más variado bajo la influencia
del coreógrafo ruso del siglo XX Mijaíl Fokin, que no se
conformó con que la música, vestuario y decorado fueran meros
acompañamientos de la danza. Hoy los bailarines actúan con
numerosas formas de vestuario, incluido el sencillo vestuario de
ensayo que se usa en el estudio. Aunque utilizado por primera
vez por el coreógrafo ruso-estadounidense George Balanchine por
razones económicas, el vestuario de ensayo se elige por su
simplicidad y claridad de línea.
5. HISTORIA
Los más antiguos precedentes del ballet fueron las diversas
representaciones que tenían lugar en las cortes italianas del
renacimiento. Estos elaborados espectáculos que englobaban
pintura, poesía, música y danza, tenían lugar en espaciosas
salas que se utilizaban tanto para banquetes como para bailes.
Una representación de danza como las que se realizaban en 1489
era ejecutada en un banquete, y la acción estaba relacionada
estrechamente con el menú: por ejemplo, la historia de Jasón y
el vellocino de oro precedía al asado de cordero. Los bailarines
basaban su actuación en las danzas sociales de la época.
Los ballets cortesanos italianos fueron ampliamente
desarrollados en Francia. El Ballet cómico de la Reina, el
primer ballet del que sobrevive una partitura completa, se
estrenó en París en 1581. Fue creado por Balthazar de Beaujoyeux,
violinista y maestro de baile de la corte de la reina Catalina
de Medici, y bailado por aristócratas aficionados en un salón
con la familia real sobre un estrado al fondo y los espectadores
en las galerías de los otros tres lados del salón. Puesto que la
mayor parte del auditorio veía el ballet desde arriba, la
coreografía daba más importancia a las figuras que creaban
dibujos sobre el suelo formados por líneas y grupos de
bailarines.
La mayoría de los ballets de la corte francesa consistían en
escenas de baile en las que alternaban partes líricas y partes
declamadas; su principal función consistió en el entretenimiento
de la aristocracia, por lo que se realzaban los atuendos
suntuosos, los decorados y los efectos escénicos complicados. El
escenario (ver Producción teatral) se empleó por primera vez en
Francia a mediados del siglo XVII, y los bailarines
profesionales fueron sustituyendo poco a poco a los cortesanos,
aunque no se les permitía bailar en el gran ballet que cerraba
la representación.
El ballet de corte alcanzó su cumbre durante el reinado de Luis
XIV (1643-1715), cuyo apelativo de Rey Sol derivó de un papel
que ejecutó en un ballet. Muchos de los ballets presentados en
su corte fueron creados por el compositor italo-francés Jean
Baptiste Lully y el coreógrafo francés Pierre Beauchamps, de
quien se afirma que definió las cinco posiciones de los pies,
comenzando así el enriquecimiento de la técnica académica.
También durante esta época el dramaturgo Molière inventó la
comedia-ballet, en la que se bailaban interludios que se
alternaban con escenas habladas.
5.1 Primer ballet profesional
En 1661, Luis XIV fundó la Académie Royale de Danse, una
organización profesional para maestros de danza. El rey dejó de
bailar en 1670, y sus cortesanos siguieron su ejemplo. Por
entonces el ballet de corte ya estaba abriendo el camino hacia
la danza profesional. Al principio todos los bailarines eran
hombres, y los papeles femeninos los realizaban hombres
disfrazados. Las primeras bailarinas en una producción teatral
aparecieron en 1681 en un ballet llamado Le triomphe de l’amour
(El triunfo del amor).
La técnica de la danza en este periodo, recogida por el maestro
francés de ballet Raoul Feuillet en su libro Chorégraphie
(1700), incluía muchos pasos y posiciones hoy reconocibles. Se
desarrolló una nueva forma teatral: la ópera-ballet, que
realzaba por igual el canto y la danza; consistía generalmente
en una serie de danzas unidas por un tema común. Una famosa
ópera-ballet, del compositor francés Jean Philippe Rameau, fue
Las Indias galantes (1735), donde se describían tierras y
personajes exóticos.
Los bailarines del siglo XVIII se veían entorpecidos por los
disfraces, las pelucas o los amplios tocados, y el calzado de
tacón. Las mujeres llevaban miriñaques colgados para dar
amplitud y volumen. Los hombres llevaban a menudo el tonnelet,
un pantalón bombacho hasta la rodilla. La bailarina francesa
Marie Anne Camargo, sin embargo, acortó las faldas y adoptó el
uso de zapatillas sin tacón, para exhibir sus brillantes pasos y
saltos. Su rival, María Sallé, también rompió con la costumbre
cuando desechó el corsé y se puso ropas griegas para bailar su
propio ballet, Pigmalión (1734).
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la ópera de París
estuvo dominada por bailarines masculinos, como el virtuoso
italo-francés Gaetano Vestris, que perfeccionó las técnicas
académicas de danza, y su hijo Auguste Vestris, famoso por sus
brincos y saltos. Las mujeres, como Anne Heinel, alemana de
nacimiento y primera bailarina que hizo la pirueta doble,
también fueron progresando en pericia técnica.
A pesar de la brillantez de los bailarines franceses, los
coreógrafos que trabajaban fuera de París consiguieron una
expresión más dinámica en sus ballets. En Londres, el coreógrafo
inglés John Weaver eliminó las palabras e intentó transmitir
sentido dramático por medio de la danza y el gesto. En Viena, el
coreógrafo austriaco Franz Hilferding y su alumno italiano
Gasparo Angiolini experimentaron con temas y gestos dramáticos,
y dieron a conocer el ballet de pantomima.
El más famoso defensor del ballet de acción o pantomima del
siglo XVIII fue el francés Jean Georges Noverre, cuyas Cartas
sobre la danza y los ballets (1760) ejercieron una notable
influencia en muchos coreógrafos nacidos durante y después de su
vida. Él aconsejaba utilizar los movimientos naturales,
sensibles y realistas y ponía énfasis en que todos los elementos
de un ballet debían funcionar armónicamente para expresar el
argumento del mismo. Noverre encontró una oportunidad para
plasmar sus ideas en Stuttgart, Alemania, donde produjo por
primera vez su famoso ballet Medea y Jasón (1763).
Entre los alumnos de Noverre se encontraba el francés Jean
Dauberval, en cuyo ballet La fille mal gardée (La muchacha mal
custodiada, 1789) aplicó las ideas de Noverre a la pantomima. El
alumno italiano de Dauberval, Salvatore Viganó, que trabajó en
La Scala, el famoso teatro de Milán, desarrolló una gran
variedad de gestos expresivos ejecutados al tiempo exacto de la
música. Charles Didelot, discípulo francés de Noverre y
Dauberval, trabajó principalmente en Londres y en San
Petersburgo. En su ballet Flora y Céfiro (1796), los bailarines
aparecían volando gracias a unos alambres invisibles.
La danza sobre puntas comenzó a desarrollarse en esta época,
aunque los bailarines se ponían de punta sólo por breves
momentos. Las zapatillas de punta dura no se habían inventado
aún y los bailarines reforzaban sus zapatillas con zurcidos.
El coreógrafo italiano Carlo Blasis, seguidor de Dauberval y
Viganó, recreó la técnica de la danza de comienzos del siglo XIX
en su Código de Terpsícore (1830). Adquirió fama con la
invención del attitude, derivado de una famosa obra del escultor
flamenco Juan de Bolonia, una estatua del dios Mercurio apoyado
ligeramente sobre la punta del pie izquierdo.
5.2 Ballet romántico
Escena de Giselle El ballet clásico Giselle fue estrenado en
París en 1841. Esta es una escena de la representación realizada
por el Sadler's Wells en Londres en 1946, con Margot Fonteyn,
entonces primera bailarina de la compañía, en el papel
protagonista. Hulton Deutsch
El ballet La sílfide, representado por primera vez en París en
1832, inauguró el periodo del ballet romántico. Maria Taglioni
bailó el papel principal representando a una criatura
sobrenatural que es amada y destrozada de forma involuntaria por
un hombre mortal. La coreografía, creada por su padre, Filippo
Taglioni, abusó del uso de la danza sobre puntas para realzar la
ligereza e insustancialidad sobrenatural del personaje
interpretado por su hija. La sílfide inspiró muchos cambios en
los ballets de la época, respecto a tema, estilo, técnica y
vestuario. Otra obra destacada de este estilo fue Giselle
(1841), con música de Adolphe Adam y coreografía de Jean Coralli,
donde también contrastaban palabras humanas y sobrenaturales, y
en el segundo acto los espíritus llamados Vilis llevaban el tutú
blanco que se popularizó en La sílfide.
El ballet romántico, sin embargo, no se inspiró exclusivamente
en temas sobre seres de otro mundo. La austriaca Fanny Elssler
popularizó un personaje más terrenal y sensual. Su baile más
famoso, la cachucha en Le diable boiteux (El diablo cojo, 1836),
era un solo de estilo español ejecutado con castañuelas.
Las mujeres dominaban el ballet romántico. Aunque había buenos
bailarines, como Jules Perrot y Arthur Saint-Léon, fueron
eclipsados por bailarinas como Taglioni, Elssler, las italianas
Carlotta Grisi y Fanny Cerrito, y otras.
En España, por la misma época, se está produciendo un
esplendoroso desarrollo del baile que, nutrido de raíces
populares, adoptaba el refinamiento del estilo balletístico
europeo. Este estilo de baile español recibe el nombre de
“escuela bolera”.
Entre la escuela bolera y el gran florecimiento del ballet por
toda Europa bajo la influencia del romanticismo existe un
poderoso vínculo claramente perceptible.
Los temas españoles estaban presentes en los grandes repertorios
europeos de ballet, y los artistas españoles triunfaban en su
especialidad. En París se hicieron muy populares Dolores Serral
y Mariano Camprubí con El bolero, y Francisco Font y Manuela
Dubinon con Los corraleros de Sevilla, estrenada en el Bals de
L’Opera. Está documentado el contacto con el coreógrafo danés
August Bournonville (Copenhague, 1805-1879), produciéndose un
furor por lo “español en Dinamarca” que duró durante todo el
romanticismo y se extendió hasta el posromanticismo con obras
como El toreador y La ventana, hasta llegar en 1860 a Far for
Denmmark (Lejos de Dinamarca), una especie de vodevil ambientado
en la América colonial española con la fascinación que dejara la
bailarina Pepita de Oliva, y en el que aparecen en su segundo
acto majas y manolos, toreros, mantillas, castañuelas y
abanicos. La cachucha se convirtió en París en una moda, y
Elssler, de la mano del coreógrafo Coralli, la bailó en Le
diable boileux con un éxito total. La bailarina italo-sueca
Maria Taglioni estrenó su ballet La gitana española, con
coreografía de Filippo Taglioni, en San Petersburgo en el año
1938. El coreógrafo Marius Petipa, que había intentado
establecerse en España, cristalizó el estilo español dentro del
ballet académico, produciendo entre 1847 y 1888 junto a Ivanov
una serie de ballets y fragmentos de aire y estilo españoles que
son verdaderas obras maestras.
Taglioni y Elssler bailaron en Rusia, y allí también crearon
ballets Perrot y Saint-Léon. Elssler bailó además en Estados
Unidos, donde surgieron dos bailarinas: Augusta Maywood y Mary
Ann Lee, ambas de Filadelfia, Pensilvania.
Pero en París, y en general en Europa, el ballet empezó a perder
interés artístico. Las cualidades poéticas dieron paso a la
exhibición de virtuosismo y al espectáculo, y se desechó la
danza masculina. Durante la segunda mitad del siglo XIX se
produjeron pocos ballets notables en la Ópera. La excepción fue
Coppélia, con coreografía de Saint-Léon, en 1870, Sylvia y La
fuente, con música de Leo Deliber.
Sin embargo, Dinamarca mantuvo los patrones del ballet
romántico. El coreógrafo danés August Bournonville, que había
estudiado en París, no sólo estableció un sistema de
preparación, sino que creó un amplio cuerpo de obras, incluida
su propia versión de La sílfide. Muchos de estos ballets se
representan todavía por el Real Ballet de Dinamarca.
Rusia también mantuvo la tradición del ballet francés a finales
del siglo XIX, gracias al coreógrafo francés Marius Petipa, que
llegó a ser director de coreografía del Ballet Imperial Ruso.
Perfeccionó el ballet con argumento largo y completo que
combinaba series de danza con escenas de mimo. Sus obras más
conocidas son, entre otras, La bella durmiente (1890), El lago
de los cisnes y Cascanueces, las tres en colaboración con el
ruso Liev Ivanov, sobre música de Piotr Ilich Chaikovski.
5.3 El siglo XX
Maurice Béjart El coreógrafo francés Maurice Béjart. Siempre en
busca de nuevas formas de expresión, sus espectáculos nacen de
la unión de la danza, el teatro y los elementos
multimedia.Liaison Agency/Cyril Le Tourneur/Saola
Con el tiempo, el método coreográfico de Petipa se convirtió en
una fórmula. Fokine demandó mayor expresividad y autenticidad en
la coreografía, decorados y vestuario. Pudo llevar a término sus
ideas con los Ballets Rusos, una compañía nueva que organizó
junto al empresario teatral ruso Sergei Diáguilev.
Margot Fonteyn y Rudolf Nureyev Probablemente Margot Fonteyn y
Rudolf Nureyev fueron la pareja más famosa de la historia del
ballet clásico. Comenzaron a bailar juntos en 1962 e
interpretaron, entre otros ballets, El lago de los cisnes, Las
sílfides y Giselle. Nureyev, nacido en la Unión Soviética, huyó
de su país en 1961 cuando fue a bailar a París con el Ballet
Kírov.THE BETTMANN ARCHIVE/UPI
Los Ballets Rusos debutaron en París en 1909 y alcanzaron un
éxito de inmediato; además iniciaron la era del ballet moderno.
Los bailarines masculinos, entre ellos el ruso Vaslav Nijinski,
fueron especialmente admirados, puesto que los buenos bailarines
masculinos casi habían desaparecido de París. La compañía
presentó una amplia gama de obras, incluido un ballet de un solo
acto de Fokine con temas de gran colorido del folclore ruso y
asiático: El pájaro de fuego (1910), Sheherazade (1910) y
Petruska (1911). Los Ballets Rusos llegaron a ser sinónimo de
innovación y vitalidad, reputación mantenida a lo largo de sus
20 años de existencia.
Alicia Alonso Uno de los papeles más emblemáticos de la carrera
de la bailarina cubana Alicia Alonso es el de Giselle, la
historia de una campesina que se convierte en un wilis, nombre
que reciben los espíritus de las muchachas que mueren vírgenes.
Con música de Adolphe Adams, el argumento es del célebre
novelista francés Théophile Gautier.Liaison Agency/Jack Picone
Aunque los elementos más famosos de la compañía fueron rusos,
entre ellos los diseñadores Leon Bakst y Alexandre Benois, y el
compositor Ígor Stravinski, Diáguilev contrató a muchos
artistas, pintores, poetas y compositores de Europa occidental,
como Pablo Picasso y Maurice Ravel, para colaborar con los
ballets. Los coreógrafos de Diáguilev, Fokine, el polaco
Branislava Nijinska, Vaslav Nijinsky, el ruso Leonid Massine
(responsable de la adaptación de El sombrero de tres picos con
música del español Manuel de Falla), el ruso-estadounidense
George Balanchine, y el bailarín y coreógrafo ruso-francés Serge
Lifar, experimentaron con nuevos temas y estilos de movimiento,
y abrieron nuevos horizontes al ballet.
Nacho Duato En 1990 el bailarín español Nacho Duato asumió la
dirección de la Compañía Nacional de Danza. Entre sus últimos
montajes al frente de esta agrupación se encuentra el ballet
Romeo y Julieta, con música de Serguéi Prokófiev, estrenado en
1998 en el Teatro Real de Madrid.Corbis/Manuel Zambrana
Las ramificaciones derivadas de los Ballets Rusos revitalizaron
el ballet por todo el mundo. La bailarina rusa Anna Pavlova, que
bailó en las primeras épocas de los Ballets, creó su propia
compañía viajando por muchos países. Fokine trabajó con muchos
grupos de ballet, incluido el futuro American Ballet Theatre.
Massine colaboró con el Ballet Ruso de Monte Carlo, compañía
creada tras la muerte de Diáguilev. Dos antiguos miembros de los
Ballets Rusos, la británico-polaca Marie Rambert y Ninette de
Valois, contribuyeron de forma decisiva a que el ballet
arraigara definitivamente en Inglaterra. Alumnos de Rambert
fueron los coreógrafos británicos Frederick Ashton, Antony Tudor
y John Cranko. De Valois fundó la compañía que llegaría a ser el
Britain’s Royal Ballet. Balanchine fue invitado a trabajar en
Estados Unidos por Lincoln Kirstein, un acaudalado mecenas de
las artes de ese país. Lifar trabajó en la Ópera de París y
dominó durante muchos años el ballet francés.
Suite nº 1 de Dafnis y Cloe, de Ravel Maurice Ravel está
considerado como uno de los compositores franceses más
influyentes de principios del siglo XX. Sus armonías eran
pictóricas e impresionistas, aunque presentaban una
estructuración clásica y una formalidad melódica mayores que las
de su predecesor Claude Debussy. Su Dafnis y Cloe es un claro
ejemplo de orquestación de carácter impresionista, compuesta
como sinfonía coreográfica y basada en la obra del escritor
griego Longo. La danza describe el rapto de la pastora Cloe por
los piratas y como es rescatada por su amado Dafnis."Dafne y
Cloe, Suite nº 1" de Ravel: Bolero - Daphnis and Chloe Suite No.
1 - Ma mere l'oye - Valses Nobles et Sentimentales (Cat. #
8.550173) (p) 1989 Naxos of America, Inc. Reservados todos los
derechos.
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Entre los años 1920 y 1930 comenzó a desarrollarse en Estados
Unidos y Alemania la danza moderna, que ya se había iniciado a
finales del siglo XIX. Las bailarinas estadounidenses Martha
Graham y Doris Humphrey y la alemana Mary Wigman, entre otras,
rompieron con el ballet tradicional para crear sus propios
estilos de movimiento y coreografías más estrechamente
relacionados con la vida actual de la gente. Los ballets también
reflejaron este movimiento hacia el realismo. En 1932, el
coreógrafo alemán Kurt Jooss creó La mesa verde, ballet
antibelicista. Antony Tudor desarrolló el ballet psicológico,
con el que ponía de manifiesto la vida interior de los
personajes. La danza moderna además amplió el vocabulario del
movimiento en el ballet, concretamente en el uso del torso y en
movimientos que se producen con los bailarines acostados o
sentados en el suelo.
Mijaíl Baryshnikov Mijaíl Baryshnikov, al que vemos bailando
Giselle con Antoinette Sibley, está considerado como uno de los
mejores bailarines clásicos del siglo XX. Primer bailarín del
ballet del teatro Kírov ruso a finales de la década de 1960,
Baryshnikov huyó de la Unión Soviética en 1974, durante una gira
por Canadá con el ballet del Bolshói, de la misma forma que, en
1961, lo hiciera otro famoso bailarín ruso, Rudolf Nureyev. Poco
después bailaría en el American Ballet Theatre, compañía que
dirigiría entre 1980 y 1989, y en el New York City Ballet.
Baryshnikov aportó una enorme agilidad física y sabiduría
técnica a la danza.Photo Researchers, Inc./Louis Goldman
La idea de la danza en sentido puro creció en popularidad. En la
década de 1930, Massine inventó el ballet sinfónico, que trataba
de expresar el contenido musical de sinfonías de los
compositores alemanes Ludwig Van Beethoven y Johannes Brahms.
Balanchine a su vez comenzó a crear ballets abstractos en los
que la motivación primordial era el movimiento aplicado a la
música. Su ballet Jewels (1967) está considerado como el primer
ballet de larga duración de este tipo.
Ballet del Teatro Kírov Los ballets rusos tienen una larga
tradición y se cuentan entre los mejores de la danza clásica,
realizando giras por todo el mundo en las que impresionan por la
intensidad emocional y el virtuosismo técnico de sus
interpretaciones. Aquí vemos a bailarines del Ballet del Teatro
Kírov interpretando La bella durmiente. En el Kírov se han
formado algunos de los bailarines más célebres del mundo, entre
ellos Rudolf Nureyev y Mijaíl Baryshnikov.SOVFOTO-EASTFOTO/V.
Soklov
Por los años 1940 se fundaron en Nueva York dos grandes
compañías de ballet, el American Ballet Theatre y el New York
City Ballet. El segundo reclutó a muchos de sus bailarines de la
School of American Ballet (Escuela de Ballet Americano) fundada
por Balanchine y Kirstein en 1934. A partir de la segunda mitad
del siglo XX, se han creado compañías de ballet en muchas
ciudades de Estados Unidos y de Canadá, entre ellas el Ballet
Nacional de Canadá, en Toronto (1951); los Grandes Ballets
Canadienses, en Montreal (1952); el Ballet de Pennsylvania, en
Filadelfia (1963), y el Houston Ballet (1963).
A principios de 1956, las compañías rusas, donde imperaba el
ballet académico, como la del teatro Bolshói y el teatro Kírov,
hicieron por primera vez representaciones en Occidente. La
intensa expresividad dramática y el virtuosismo técnico de los
rusos produjeron un impacto enorme. La influencia rusa sobre el
ballet ha sido inmensa, tanto por las visitas que realizaban las
compañías rusas a otros países, como por las actividades de los
bailarines soviéticos que desertaron; casos famosos son Rudolf
Nureyev, director artístico del Ballet de la Ópera de París
desde 1983 hasta 1989; Natalia Makárova, y Mijaíl Baryshnikov,
director del American Ballet Theatre de Nueva York, desde 1980
hasta 1989.
En España, durante el siglo XVIII, se abrieron escuelas a las
que llegaron maestros y coreógrafos de otros países. En el siglo
XIX en Barcelona, a la temporada de ópera le seguía otra de
ballet con gran éxito. En Madrid, a raíz de la inauguración del
Teatro Real en 1850, se crea la Academia de Baile del Real
dirigida por el maestro Monet. De todo este movimiento salen
grandes figuras, entre las que cabe destacar a la gran bailarina
Rosita Mauri (1849-1923). Las escuelas de baile han continuado
en el siglo XX, con las dos modalidades: estilo español y ballet
clásico. En 1979 se forma la compañía de ballet nacional con el
nombre de Ballet Nacional de España Clásico (hoy Ballet Lírico
Nacional), que tiene como primer director a Víctor Ullate, gran
bailarín español que había trabajado varios años en el Ballet du
XXe Siècle de Maurice Béjart. En 1983 se hizo cargo de la
dirección de los Ballets Nacionales (español y clásico) la
prestigiosa maestra de baile María de Ávila. En 1987 Maia
Plisiétskaia fue nombrada directora artística del Ballet Lírico
Nacional. La compañía elabora un cuidadoso repertorio de obras
clásicas, al mismo tiempo que incorpora obras de nueva creación,
y se ha labrado un sólido prestigio con numerosas actuaciones
tanto en España como en el extranjero. La incorporación del
coreógrafo y bailarín español Nacho Duato como director
artístico del Ballet en 1990 ha supuesto un cambio innovador en
la historia de la compañía.
En Cuba, el desarrollo del ballet llega a su culminación con la
creación de la compañía Ballet Nacional de Cuba, fundada y
dirigida por la coreógrafa y gran bailarina Alicia Alonso, quien
confiere a la compañía tal grado de perfección y estilo que no
sólo consiguen el éxito en las diferentes giras que realizan por
todo el mundo, sino que obtiene un prestigio como escuela cubana
de ballet universalmente reconocido.
La danza en general experimentó un enorme ascenso en popularidad
a comienzos de la década de 1960. El ballet comenzó a manifestar
la influencia de una audiencia cada vez más joven, tanto en los
temas como en el estilo.
El repertorio del ballet actual ofrece una gran variedad.
Coexisten ballets nuevos y reposiciones y recreaciones de
antiguos ballets con montajes novedosos creados por los
coreógrafos del ballet moderno para las distintas compañías. Los
coreógrafos experimentan al mismo tiempo con los estilos y
formas nuevos y tradicionales, y los bailarines intentan
constantemente ampliar su nivel técnico y dramático. Los
frecuentes viajes de las compañías de ballet permiten a las
audiencias de todo el mundo comprobar el amplio campo de la
actividad del ballet actual.